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Nos hemos reunido aquí, en este Palacio de Gobierno, para responder
conjuntamente a la gran interrogación que se ha formulado. ¿Es que este Gobierno
Revolucionario y este pueblo que está aquí cederá ante las presiones
extranjeras? ¿Claudicará? (Gritos: ¡No!, ¡no!) ¿Dejará que poco a poco se vayan
marchitando sus leyes revolucionarias? ¿Y logrará así la benevolencia que están
ofreciendo en la otra mano, la que no empuña el garrote, o bien este pueblo y
este Gobierno unidos se levantarán como un solo hombre frente a la agresión y
harán coraza de sus pechos para defender lo que tanta sangre y tanto sacrificio
ha costado? La propia presencia multitudinaria de hoy es la respuesta que todos
conocíamos. El pueblo de Cuba frente a la agresión sabe elegir su camino de
sacrificio, de sangre, de dolor, pero de victoria. Una vez más se plantará
frente a los traidores, se plantará frente a la agresión y dará un paso
adelante, otro más, lo que le sitúa bien al frente de todos los países de
América. En esta lucha que estamos todos realizando para salvarnos de las
cadenas coloniales. Hoy aquí con esta respuesta de ustedes se está defendiendo
más que una causa nacional, más aún que la causa del pueblo de Cuba y lo noble
que es esta causa, se está defendiendo la causa entera de América, se está
mostrando a los pueblos de todo el Continente lo que puede hacer un pueblo
cuando está unido. Nuestra respuesta, compañeros, es histórica... frente a la
traición, a la ignominia, frente a la fuerza bruta, al ametrallamiento brutal,
respondemos una vez más con un paso al frente, respondemos que seguiremos en
nuestro camino revolucionario y que no habrá invasiones de tiranuelos de América
ni traidores a sueldo que logren doblegar a la Nación cubana. Pero, ¿por qué se
ha producido todo esto y por qué necesitamos una vez más reunirnos aquí? Todos
lo sabemos, es decir: estamos dispuestos a seguir en nuestro camino
revolucionario. Se ha producido porque esta Revolución, que nunca mató un
prisionero de guerra, que nunca tomó la menor medida contra ningún periódico
insolente, que permitió los más desaforados e ignominiosos insultos, fue
demasiado clemente porque ha permitido que los enemigos de dentro y de fuera
desarrollaran sus campañas. Estábamos ciertos, como lo estamos ahora, y ahora
más que nunca, que el pueblo no iba a ser engañado, pero ellos sabían también
que jugar a la Revolución y al terrorismo era una tarea sencilla y sin riesgo,
que estos señores podían venir en aviones y entregarse al primer tiro y podían
obtener la clemencia, la benevolencia del Gobierno Revolucionario. Tan es así,
que han venido en días pasados a cometer el más extraordinario crimen que
recuerda la América contra un pueblo pacífico, desde la más grande potencia de
todo el Continente, con la anuencia interesada de uno de los Estados mayores y
más fuerte de América, de donde vinieron aviones asesinos, violaron el cielo
cubano y sembraron de víctimas la Capital de nuestra República. Después vienen
las quejas hipócritas, después los periódicos hablan no del terror que implantó
Pedro Díaz Lanz con su «hazaña» (gritos de: «fuera, fuera»)... nada de la
traición, nada del ametrallamiento, sino del peligro del comunismo que hay aquí.
Ellos no han tenido una palabra de reproche para el asesino, sino palabras de
condenación para los que defienden la Revolución, para los que defienden a todo
el pueblo de Cuba, y por eso estamos aquí reunidos. Curiosamente, el mismo día
en que se perpetra la agresión contra Cuba desde bases extranjeras, un
comandante de nuestro Ejército inicia también el camino de la traición (gritos
de: «fuera») y se viste esa traición con el mismo manto que todos los hipócritas
y todos los traidores, con el ropaje del anticomunismo que usa Jules Dubois, que
usa el Time y que usan los monopolios extranjeros, que usa el periódico Avance y
que usa el Diario de la Marina. Y al amparo de la libertad que hay en este
pueblo, publicaban sus cartas de renuncias insidiosas, y la señora de Hubert
Matos se permitía dudar, en carta pública, que su marido fueras asesinado en una
celda. Nosotros, que hemos muerto a quienes teníamos que matar, de frente a la
opinión pública de América entera y mostrando la verdad de nuestra causa, que
nunca hemos asesinado, que nunca hemos maltratado un solo prisionero de guerra
en los momentos más difíciles, ahora estábamos acusados de intento de asesinato
en una celda, de intento de asesinato a quien podíamos llevar al paredón por
traidor a la Revolución. (Gritos y aplausos.) Lo que no saben esos traidores de
aquí dentro y lo que no saben los agresores de afuera es que aún siendo inmenso
el poder de este pueblo, no está solo; que no tendrán que agredir solamente a la
isla de Cuba, situada en el mar Caribe, de seis millones de habitantes y ciento
diez mil kilómetros cuadrados. Ellos no saben que tendrán que agredir también a
un continente que empieza en el Río Bravo y acaba en el mismo Polo Sur, de 160
millones de habitantes y veintitantos millones de kilómetros cuadrados. Y parece
que no saben tampoco que más allá de los mares, la fuerza incontenible del
movimiento revolucionario ha sacudido los pilares coloniales en el Asia y en el
Africa y que hay más de mil seiscientos millones más de seres que nos apoyan con
todas sus fuerzas. Lo que ellos ignoran es que están solos, lo que ignoran es
que son el pasado en la Historia que avanza siempre y que no se repite y por
eso, porque no se repite, nosotros no seremos Guatemala, nosotros somos Cuba, la
que se yergue hoy a la cabeza de América, la que muestra a sus hermanos de
Latinoamérica cuál es el camino de la liberación y la que responde a cada
agresión y a cada golpe con un nuevo paso, con una nueva Ley Revolucionaria, con
una más encendida fe del pueblo en los altos destinos de nuestra nacionalidad.
(Aplausos.)